Puede que ahora mismo, en cualquier lugar
de Cuba, se estén cometiendo crímenes bajo el pretexto de un suculento negocio.
Los victimarios son hombres y hasta algunas mujeres; las víctimas son perros,
generalmente Stanford y Bóxer, que se destrozan a dentelladas azuzados por sus
dueños.
Las cruentas peleas ocurren a la luz del
día, en céntricas calles o en zonas y barrios más alejados de la ciudad, donde
se han construido pistas o reñideros para fertilizar apuestas al son de la
muerte del can más débil.
“Los encuentros duran horas, porque son
hasta que uno de los dos muera. A veces ninguno sale vivo. Pero es emocionante
ver cómo se matan”. Así piensa un fanático a la barbarie. “Estos animales
nacieron para eso”, agregó con naturalidad.
Otro nos dijo: “En ese momento pienso que
estoy viendo una bronca entre dos hombres. No hago otra cosa que contar los
días que faltan para la pelea”.
Aunque no lo crea, fue fácil hablar con
algunos peleadores, pues ellos se sienten realizados con lo que hacen. Durante
nuestras entrevistas recibimos invitaciones, oferta de cachorros (más de 500
pesos por un recién nacido, descendiente de padres triunfadores) y otras crudas
confesiones.
UN POCO DE HISTORIA
Según la bibliografía universal, en la
antigüedad los canes como el Bull terrier, Bóxer y Pit Bull, devinieron
excelentes ayudantes de cacería, por lo que eran criados para enfrentarse a
osos y toros. Los criadores de antaño seguían un criterio de selección basado
en la fiereza, espíritu combativo y resistencia al dolor.
Pero con el desarrollo de las armas de
fuego y otras técnicas más efectivas para esos menesteres, los perros
comenzaron a perder el protagonismo. Los humanos de entonces creyeron oportuno
buscarle a sus fieles compañeros de caza otras funciones mediante las cuales
cultivaran sus fortalezas y sirvieran, al mismo tiempo, de entretenimiento.
De esa forma surgieron, grosso modo, las
peleas de perros, actualmente prohibidas por su crueldad en la inmensa mayoría
de los países, incluyendo a Cuba, donde esta actividad con fines de
enriquecimiento clasifica como juego prohibido y en el código penal están bien
definidas las sanciones correspondientes.
CONFESIONES DE UN PELEADOR
Andrés es criador hace años. Él nos contó
que antes de un encuentro el animal es sometido a férreos entrenamientos.
“Los dueños tenemos que estar convencidos
de lo que está en juego, pues podemos perder una gran inversión.
“Les ponemos una pechera y los obligamos
a correr al lado de la bicicleta hasta completar 30 ó 40 kilómetros diarios.
“Al principio los topamos con perros
callejeros, para que los maten y así despertarles la ferocidad. Después los
topes cambian, por ejemplo, buscamos a un contrincante similar al nuestro y los
ponemos a combatir con las mandíbulas entizadas, para ver cuánto resisten sin
respirar por la boca y comprobar la fuerza de sus músculos, sin que ocurran
lastimaduras. También los incitamos a morder un objeto y los colgamos por la
boca cerca de una hora, de esa manera la mordida se vuelve más
consistente.
“La alimentación es a partir boniato,
cabezas de pollo, gatos que cazamos con jaulas y cualquier cosa que los
mantenga llenos y fuertes”.
FALSOS CONCEPTOS
Al comienzo pensamos que en este cruel
mundillo solo hallaríamos a personas desocupadas, viciadas por la ambición, de
bajo nivel cultural y con pobre instrucción. No obstante, pronto comprendimos
que detrás de estas sangrientas riñas, patrocinadas por una floreciente
industria del mal, hay todo tipo de gente, desde las mencionadas hasta
profesionales, como Andrés, y lo peor, involucra a niños, adolescentes y
jóvenes.
Los criadores que conversaron con
nosotros aseguran que la agresividad de estos perros es congénita. En cambio,
el especialista Antonio Valdés Muiñoz, médico veterinario en Pinar del Río,
desmiente tal aseveración.
“Ningún animal nace con inclinaciones
sanguinarias. Hay algunos que matan, pero lo hacen para comer, proteger a su
prole o defenderse ellos mismos.
“Son los seres humanos quienes modifican
las especies de acuerdo con sus intereses y conveniencias. Desde que aparecieron las peleas de perros,
han sido creadas razas más fieras, que por instinto atacan, pero el único
responsable es el hombre y no la naturaleza”.
FUERA DEL SACO
Los integrantes de los diferentes clubes
de perros de raza, que están representados en Vueltabajo, tienen razones para
estar molestos y autotitularse acérrimos enemigos de los que manifiestan
desmedido afán por especular con la vida de inocentes criaturas.
Sin embargo, gran parte de la sociedad no
siempre establece diferencias entre los hombres que son capaces de morir por
salvar a un animal y quienes practican actos totalmente opuestos, bajo los
preceptos de la filosofía del dinero.
“No es justo que nos metan en el mismo
saco”, reflexiona Ronnie Lorenzo, miembro del club de Dobermann. “Hay una diferencia
esencial, ellos preparan a los perros para matar y nosotros los cuidamos para
que la sociedad aprecie sus bellezas”.
Julio Puente Mugica, del club de Afganos,
quizás sin proponérselo me dio la sentencia final para este trabajo:
“Ya el perro demostró ser el mejor amigo
del hombre, ahora hace falta que el hombre demuestre ser el mejor amigo del
perro”.